Un cordobés y un catalán. ¿Quién es quién?
Mañana se vota en el Parlamento de Cataluña la Iniciativa Popular Legislativa que pretende prohibir los espectáculos taurinos en aquella región española. Pese a todo yo soy de los pocos que piensa que la iniciativa no va a prosperar, aunque estas líneas no pretenden analizar esa situación. Será en otra ocasión.
Ahora lo que pretendo es diferenciar lo que significa ser cordobés de simplemente haber nacido en Córdoba.
De verdad que pensaba que esta era una polémica que estaba superada pero nada más lejos de la realidad. Yo llegué a ver en una ocasión hace algunos años, como un partidario de “Chiquilín” sacaba de la cartera una fotocopia de la partida de nacimiento de “Finito de Córdoba” para demostrar que había nacido en Sabadell.
Ahora, de vez en cuando, vuelve a salir ese tema que ya es recurrente. Juan Serrano Pineda nació en Sabadell. Se rescata la polémica ahora que el diestro está en sus horas quizás más bajas. Cuando es más fácil hacerle daño.
Desde mi punto de vista la estéril lucha está superada. ¿Por qué? Porque ahora ya nadie cuestiona el lugar de nacimiento del torero y porque el lugar de nacimiento no necesariamente ha de significar querer esta bendita tierra como propia.
La paradoja es clara: Un catalán de nacimiento lleva toda su vida paseando el nombre de Córdoba por todos los rincones del orbe taurino y un cordobés nacido en Iznájar puede que firme la sentencia de muerte al Arte de Torear en la región de Cataluña.
Parafraseando el conocido eslogan franquista del turismo, Córdoba is different, ahora más different que nunca. Sin embargo nadie saca a la palestra lo cordobés que puede llegar a ser el Honorable José Montilla, o más bien lo poco o nada cordobés que demuestra ser, denostando la tradición que heredó de sus antepasados, mientras se muestra alegre y feliz sentando a su derecha al indeseable Carod Rovira, compartiendo secretos y confesiones.
Y mientras, aquí, en esta Córdoba, aldea de Sevilla por obra y gracia de la democracia, seguimos dándoles puñaladas a los que sacan pecho por nuestra historia común, por poner a nuestras cosas en las cimas más altas. Lo tengo claro, unas veces moriría por Córdoba y otras, sencillamente me da asco vivir en esta ciudad, pueblerina a veces, que está enquistada en los celos y venganzas por asquerosas envidias.
Es un carácter que ya tengo claro que no va a acambiar nunca. Córdoba va a ser así ya para siempre. Y decir Córdoba es decir cordobeses. Yo tiro la toalla. Una lástima.